Declaraciones Joaquín Furriel y su vínculo con Guillermina Valdés: “Ella me da fascinación, ser madre de cuatro en estos tiempos es como tener 15 hace 50 años” El actor se confiesa en esta entrevista íntima con Teleshow, El estreno de El duelo, la película que protagoniza con la China Suárez, su mirada sobre el país y la reflexión sobre el paso del tiempo.
Está de estreno y feliz por la nueva película que protagoniza junto a la China Suárez: El duelo. Apasionado por el sueño que se le inculcó a los 13 años, a Joaquín Furriel todavía lo sorprende que “pueda vivir de la actuación”. El largometraje que cuenta con tintes de humor, acción y traiciones permitió conocer su mirada social acerca de la salud mental y la realidad que atraviesa el país. “Hay mucho odio. Todo está deliberadamente segmentado”, afirma en esta charla con Teleshow, y lamenta que la Argentina no pueda volver a vivir la unión colectiva que sorprendió al mundo cuando La Scaloneta se consagró en Qatar y millones de personas salieron a festejar un fin común. Pero la felicidad no es únicamente profesional. En esta charla el protagonista de El Reino también habla del gran momento personal que está viviendo junto a Guillermina Valdés: “Nos pareció que era un buen momento para romper ese cascarón que armamos”, cuenta Joaquín sobre el momento en el que la pareja confirmó públicamente la relación.
—Alguna vez me dijiste que la actuación te rescató de una adolescencia complicada.
—Sí, era un poco anárquico. No me gustaba la autoridad. Estaba molesto. En la actuación encontré un espacio de comunicación, de poder mirar a mis compañeras y compañeros a los ojos de otra manera. Había algo del permiso de la ficción que me sigue pasando en teatro. Esa situación donde de repente el tiempo se detiene y todo fluye de otra manera. Es un ritual. Y no estamos muy acostumbrados a tener rituales en estos tiempos, porque está todo un poco desangelado.
—Si bien el thriller tiene tintes de humor y el foco no está puesto en esto, tu personaje en El duelo tiene problemas de salud mental, un tema bastante tabú.
—Sí. Es tabú porque es uno de los miedos que tenemos como especie. Muchas veces uno ve a la gente que quiere que, por alguna situación emocional, su vida empieza a ponerse cuesta arriba y no es fácil lidiar con eso. Los tiempos en que vivimos tampoco cooperan mucho: son tiempos de muy poca empatía. Hay mucha violencia en muchos aspectos y genera mucha ansiedad. Hablo del mundo occidental, que es el que conozco. Es importante que referentes de diferentes actividades empiecen a hablar del tema, porque eso también puede hacer que como comunidad empecemos a querernos un poco más, a mirarnos con más amor.
—En ocasiones, los conflictos pertenecientes a la salud mental se los relaciona erróneamente con un tema de voluntad.
—Vivimos tiempos de mucha negación. Conozco pocas personas que estén ajenas a la negación, porque es difícil hacerse cargo. La negación es una de las alarmas que se te encienden, y uno la apaga para no sentir nada; pero se empieza a armar algo adentro que te empieza a volver una persona tóxica. Permanentemente negamos todo en muchos aspectos.
—¿Te encontraste en esa situación?
—Sí, claro. Estamos educados para eso. Pertenecemos a una cultura de la negación. Imaginate lo virtuosos que seríamos si no fuéramos parte de una cultura negadora, si pudiéramos hablar del amor en vez del odio. ¿El odio qué es? El odio es miedo ¿Pero miedo a qué? ¿Al que piensa diferente a mí? Cuando era más pibe, era más soberbio porque tenía más miedos, hasta que empecé a trabajarlos. Ahora me interesan especialmente las personas que son diferentes porque puedo tener una posibilidad de crecimiento. Es como la ramita de un árbol que comienza con un brote chiquitito pero lo vas dejando hasta que se transforma en un tronco y necesitás un serrucho para sacarlo. No digo motosierra, porque tiene otro significado en nuestra sociedad en este momento. Entonces, todo lo que tememos, la salud mental, la ansiedad, el miedo al fracaso, el materialismo, la sobrevaloración del materialismo, la especulación en lo material y en lo estético, va armando una especie de conglomerado que de la única manera que podés convivir con esto, es negándolo y siendo parte.
—¿Algo de esa ansiedad se volvió un problema en algún momento?
—La ansiedad siempre es un problema. No tiene nada de positivo. Hace unos años me engañé con esta idea post neoliberalismo de que estaba moralmente bien visto trabajar mucho. Me encanta lo que hago, que es actuar, preparar proyectos o involucrarme como productor. Me fascina. Pero también me gusta mucho lo que pasa por fuera del trabajo. Antes no le dedicaba tanto espacio a eso. La ansiedad es como la negación: son cosas muy generales que aparecen cuando estás en una zona de vacío sin tener de qué agarrarte. Ahí no sólo te empezás a poner ansioso, sino que te da taquicardia y te vuelve intolerante. Eso me pasó mucho el año pasado. Desde la tercera temporada de El jardín de bronce hasta que terminé una película en Málaga, no paré. Fue teatro, teatro, serie, película...
—¿Tuviste ataques de pánico?
—No, pero sí ataques de infelicidad. De tristeza. Y ahí apareció el temor: “¿Estaré depre o estoy entrando en una zona que nunca me animé a entrar y es peligroso?”, pensaba…
—Momentos de permitirte sentirte vulnerable.
—Sí, es cuando empecé a animarme a decir: “Perdón, estoy un poco apagadito”. Empecé a poder ponerle algún tipo de palabra a lo que me pasaba. Sentí un alivio, porque también se puede estar así. Ni hablar cuando tuve el ACV isquémico. La podría haber quedado... No me tocó, pero todos somos frágiles.
—¿Te googleas?
—Poco.
—¿Sabés qué es lo que más buscan vinculado a Joaquín Furriel en Google?
—No lo sé. Contame.
—”Joaquín Furriel ACV” es una de las primeras cosas que aparece.
—Supongo que si el algoritmo dice qué es lo que más se busca, es porque está en el terreno de los miedos.
—Un tipo joven y exitoso, que de la nada le puede pasar.
—Sí. El éxito lo asociamos a alguien que le va bien con lo que eligió hacer, pero creo que no la estaba pasando muy bien en ese momento. La mayoría de las personas que padecen lo que yo padecí, son accidentes relacionados esencialmente al consumo de cocaína, una droga que no probé. Soy una persona que entrena mucho, siempre fui muy sano. Me gusta mucho hacer teatro y obras de tres horas, como Hamlet. Desde chico me gusta vivir con salud porque me hace sentir mejor en el día a día. No fumo. Muchos dirán que es un bodrio, pero me divierto de otra manera.
—Parece que se busca mucho “Joaquín Furriel joven”: unos irrespetuosos...
—(Risas) Ya tengo 49 años. A veces yo mismo me busco para hablar con mi hija y mostrarle las cosas que hacía en mis primeras novelas.
—”Papá era el galán de la novela”.
—¡Claro! “Mirá el pelo largo que tenía papá en ese momento”.
—”¿Quién es la madre de Joaquín Furriel?”. ¿Por qué buscan quién es tu mamá?
—Me estás desconcertando... Está bueno ser hijo de mi mamá. Es una mina que valoro mucho y me hizo muy bien en mi vida. Pero qué pregunta rara, ¿no? Me desconcierta un poco.
—También aparece “Joaquín Furriel hija”.
—Hija está bien.
—¿Cómo la definís a Eloísa? ¿Qué es para vos?
—Me da ganas de decir esa frase que dijo el Chino (Darín) tan bien sobre Úrsula (Corberó). ¡Qué bien que estuvo! “Definirla es limitarla”. Estoy fascinado con la hija que tengo.
—¿Qué te enseña?
—Me hace mirarme. Tiene una sensibilidad hermosa y una inteligencia emocional que me gustaría tener.
—Alguna vez me dijiste: “Nuestro país lamentablemente no es laico”.
—Sí, me parece que muchas de las discusiones que tenemos, o los debates que se generan a raíz de políticas públicas, no está bien que el Congreso se meta en cuestiones religiosas. Hablo de todas las religiones, no solamente del catolicismo.
—¿Qué análisis hacés del momento actual de la Argentina?
—Por un lado me duele, porque me parece que es algo que viene pasando hace mucho tiempo. No se llega a esta sensación de desesperanza, de falta de empatía y de odio de un día para el otro. Todos somos un poquito responsables para llegar a esto. Viendo que todo está muy mal, querer terminar de destruirlo es un comportamiento llamativo. La nuestra es una especie que pasó por pandemias, guerras mundiales, guerras étnicas, guerras religiosas... Nuestro país pasó por situaciones históricas muy difíciles. Todo el dolor que estoy viendo, que viene pasando hace más de una década, tiene que ver con la negación. Creo que no tenemos que bajar la guardia y seguir reclamando el Estado que todos deseamos: que esté justamente para ordenar y contener. Hace muchos años, con diferentes dirigencias políticas gobernando el país, que no han hecho nada valioso, se puso todo muy endogámico. Es como una ecuación que tiene la dirigencia política, la dirigencia empresarial y la dirigencia sindical, y en el medio quedan los argentinos y las argentinas como algo ajeno.
—Hay un enorme porcentaje de la población pasándola horrible.
—Además de hablarlo y visibilizarlo, el tema es cómo podemos hacer para revertirlo. Siento que decirlo es como esos libros que uno compra para leer, pero los pone en una biblioteca y nunca los lee. A veces pienso qué se podría hacer. Yo sé lo que hago conmigo, como empatizar y tratar de que las personas que están en situación de calle no sean un paisaje urbano. Es muy difícil ver cuál es la luz, si es que hay una. Hay un cambio generacional que va a llevar su tiempo.
—¿Le tenés confianza al cambio generacional?
—La generación que empieza a gobernar en muchas de las provincias de nuestro país, tiene dirigentes que vivieron casi el 80% de su vida en democracia. Esto no es muy habitual en nuestra historia. Tuvimos crisis muy grandes, como la que estamos teniendo ahora. Todos deben hacer el mea culpa, por más que no lo puedan decir. No es que alguien hizo las cosas bien y otro las hizo muy mal: todos tienen una responsabilidad de lo que estamos viviendo, que es esta sensación de tristeza. Cuando la Argentina salió campeona del mundo el año pasado, ese festejo de 5 millones de personas tuvo excesos y fue algo descontrolado. Podría haber sido una catástrofe, pero no lo fue. Eran todos los sectores socioculturales invitados al mismo festejo. Yo llegué a agarrar un poquito de eso en el secundario, que fue compartir el colegio con diferentes sectores sociales. Ahora todo está deliberadamente segmentado. Si a todos nos tocó estar debajo del mismo sol, bajo esta tierra en todo este planeta, tratemos de hacer un mejor lugar. Lo que pasa es que si uno habla desde el amor, es un boludo. Hay mucho resentimiento. Y no me gusta el sentimiento argentino negativo. Entiendo el enojo, pero también me sorprende.
—Vos viajaste mucho por el país.
—Bueno, fui mochilero muchos años…
—¿Ya negociaste con Guillermina vacaciones de mochileros?
—No, no. Me parece que las parejas no tienen que hacer las mismas cosas. Si buscás a alguien que sea igual que vos, se genera un vínculo narcisista.
—Tal vez le sorprende y le encanta...
—Ella es muy deportista, así que caminar en la montaña seguro que podría caminar. Mejor que yo, seguro. Igual uno tiene que cuidar sus espacios. Te diría que uno viene hace seis años cuidando sus espacios de manera un poco egocéntrica.
—¿Quién mandó el primer mensaje?
—Nos conocimos en Lollapalooza y después nos empezamos a seguir en esto que hacemos ahora, con Instagram.
—Y alguien en algún momento invitó...
—Yo conozco, por supuesto, quién fue el que dio el primer paso, o la que dio el primer paso. Conozco todo eso. Pero me gusta sentir que todo eso está dentro de un ámbito de intimidad y de privacidad. Te puedo compartir un montón de cosas: vos me preguntás y te puedo contestar. Ahora, hay algunas cosas que yo no sé muy bien por qué, es totalmente caprichoso y percibo que me gusta que quede entre nosotros dos solamente.
—Yo pregunto, y vos me decís qué sí qué no.
—Por supuesto.
—Me gusta. ¿Quién de los dos cocina mejor?
—A mí me gusta mucho cocinar desde hace muchísimos años. En general prefiero siempre cocinar yo. Si puedo, prefiero cocinar yo.
—¿Sos un buen anfitrión?
—Mis amigos dicen que sí.
—¿Gustos compartidos entre los dos que se puedan conocer?
—Sí: el amor por la intimidad y la privacidad.
—¿Querés que hablemos de sexo?
—Preguntame (risas). ¿Qué querés saber? ¿Posiciones? ¿Si leímos juntos el Kama-sutra? ¿Si tenemos buena piel? (Risas) ¿Cómo da mi piel mora con la piel de ella, que tiene un color como el tuyo?
—Yo quisiera titular: “El sexo es lo que nos atrapó”, por ejemplo.
—Vos titulá como quieras. Si sirve para que la gente vea más la nota, titulá. Aunque sea una fake news.
—¿Charlaron entre los dos la repercusión mediática? ¿Hubo una validación entre ambos de anunciar la pareja?
—Sí, por supuesto. Yo tenía que afrontar todas estas notas y hace cinco meses que nos conocemos. Nos pareció que era un buen momento para romper un poco ese cascarón que armamos, que nos vino muy bien durante tantos meses para conocernos tranquilos y sin ninguna opinión del afuera.
—Lo lograron bastante, porque son dos personas muy públicas.
—Te digo que armamos una buena logística. A veces pienso que hicimos las cosas bastante bien.
—¿Costó mantener esa logística?
—En mi caso, no. Yo soy una persona muy cuidadosa de mi privacidad. Siempre lo he sido. Y creo que ella también. Pero bueno, ella tuvo dos relaciones de muchísimos años y yo no tuve ese recorrido. Hace seis años que estaba soltero. Con diferentes niveles de soledad, a veces más solo y otras, menos solo. Pero tuve algunas relaciones que para mí fueron muy importantes. No tuve la necesidad de exponerme públicamente, porque nunca tuve esa necesidad. En este caso, no es que tenga una necesidad, es que…
—La tenemos nosotros…
—(Risas) Claro, la tienen ustedes, y me parecía un poco estúpido hacerse el misterioso, cuando para mí no hay misterio. Y además creo que siempre lo atractivo es cuando hay algún quilombo. Por lo menos a mí me atrae el quilombo. Me gusta mucho Shakespeare. Y en este caso es todo muy armónico.
—¿Se llevan bien?
—Una mujer que está sola desde hacía mucho tiempo. Un hombre que estaba solo. Yo te pregunto: si te digo “no, nos llevamos mal”, ¿qué me repreguntas vos? (risas) ¿Por qué me preguntas si nos llevamos bien? ¿Estás hablando por vos? No te quiero preguntar, Tatiana, pero: ¿se llevan bien? (Risas).
—Yo tengo cuatro pibes, ustedes están en el momento ideal (risas).
—Ahora soy fan y admiro mucho a las mujeres que tienen cuatro hijos. Lo estoy conociendo de otra manera. Yo apenas puedo con una, y le puse mucha garra. Así que siento una gran admiración por Guille. Muchísima admiración. Me da fascinación: estoy un paso más. Hay que ser madre de cuatro en estos tiempos. Es como tener 15 hace 50 años. ¿Alguna otra pregunta más, quizás?
—Sí, saliendo de Guillermina.
—¿En serio vas a salir? ¿Ya? Mirá vos...
—No, podemos quedarnos. Me puedo quedar a vivir.
—No, no (risas)
—A la gente a la que amás, ¿se lo decís lo suficiente?
—Sí. Y estoy aprendiendo a decirlo más.
—Me quedo con eso. Me parece súper importante con todo lo que estamos viviendo a quien sea, amigos, hijos, parejas, exparejas, poder transmitirles que los queremos.
—Hoy, paradójicamente, no hay nada más revelador y contemporáneo que empezar a ver la vida con un prisma más amoroso. Y no lo digo por la situación sentimental en la que estoy. Lo podría haber dicho el año pasado, cuando empecé a percibir que no se trata de un fenómeno nuestro, sino mundial. Así que está bueno lo que decís.
TeleShowDomingo, 15 de octubre de 2023
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