10 de marzo IV Domingo de Cuaresma: "Laetare" Nunca está demás recordar algunas cosas relacionadas con el IV Domingo de Cuaresma, que es un Domingo excepcional, junto con el III Domingo de Adviento, pues difieren en algunas de las características propias de cada tiempo. Esta Dominica cuarta de Cuaresma, se llama “Laetare", debido a la antífona gregoriana del Introito de la Misa, tomada del libro del Profeta Isaías (Is. LXVI, 10):
Lætare, Jerusalem: et conventum facite omnes qui diligitis eam: gaudete cum lætitia, qui in tristitia fuistis: ut exultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestræ. Ps. CXXI, 1. Lætatus sum in his, quæ dicta sunt mihi: in domum Domini ibimus.
Regocíjate, Jerusalén, vosotros, los que la amáis, sea ella vuestra gloria. Llenaos con ella de alegría, los que con ella hicisteis duelo, para mamar sus consolaciones; para mamar en delicia a los pechos de su gloria. Sal. 121, 1. ¡Qué alegría tan grande la que tuve cuando oí que dijeron: ¡Andando ya, a la casa del Señor!
Como vemos, la liturgia de este Domingo se ve marcada por la alegría, ya que se acerca el tiempo de vivir nuevamente los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, durante la Semana Santa. Al igual que el tercer Domingo de Adviento ("Gaudete"), se rompe el esquema litúrgico de la Cuaresma, con algunas particularidades:
1.- Predomina el carácter alegre (litúrgicamente hablando)
2.- Se usa color rosáceo en los ornamentos (siempre que esto sea posible).
3.- Los ornamentos pueden ser más bellamente adornados.
4.- Los diáconos pueden utilizar dalmática.
5.- Se puede utilizar el Órgano.
En general, son normas plenamente aplicables a ambas formas del rito romano, salvo del hecho de que algunas son obligatorias en la forma extraordinaria.
Entrando más en el sentido litúrgico de este Domingo, vemos que todo gesto y signo involucra algo verdaderamente en consonancia y dirección a los Sagrados Misterios que se vivirán pronto, donde el Señor sufre su pasión, muere por nuestros pecados, y resucita para darnos la Salvación. El Evangelio que corresponde a la Liturgia Tradicional (Jn. 6, 1-15), nos muestra la multiplicación de los cinco panes de cebada y los dos pescados, con los cuales Cristo alimenta a la multitud que acude a Él. Esto, en la antesala de lo que en Semana Santa conmemoramos como la Santa Cena en el Jueves Santo, donde Cristo se entrega en el Santo Sacrificio de la Misa como Pan de Vida eterna.
No menos importante es, por ejemplo, el Gradual de la forma gregoriana (lo que vendría a corresponder al Salmo Responsorial en la forma ordinaria), donde se canta: “Que alegría tan grande la que tuve, al oír que dijeron: ¡Andando ya, a la casa del Señor!". Y es que el Domingo Laetare nos invita a mirar más allá de la triste realidad del pecado, mirando a Dios, quien es fuente de infinita Misericordia. Es una nueva invitación a convertirnos de corazón hacia Dios, para Amarlo y cumplir sus preceptos, que nos hacen libres. Así mismo, no se debe olvidar que permanecemos en Cuaresma, por lo cual el Domingo Laetare no es un alto de la penitencia, sino que es para recordarnos que siempre, detrás de toda penitencia está el deber de aborrecer el pecado, el propósito de no pecar más y de confesar los pecados, para así vivir en Gracia, que nos es otorgada por Dios en su infinita misericordia.
Recomendaciones prácticas: Sería muy útil que, durante este Domingo, se puedan hacer las siguientes actividades:
1.- Hacer un acto de penitencia (de preferencia, ofrecerlo durante la Semana de la cual este Domingo es comienzo, en reparación por nuestros pecados y los del mundo) 2.- Acudir a la Confesión Sacramental, previo acto de contricción y examen de conciencia.
3.- Hacer el propósito de cantar los cánticos de la Santa Misa (Los Cantos debidamente litúrgicos) sin acompañamiento, es decir, sin ayuda de ningún otro instrumento más que la voz. Con ello, prepararemos el Corazón en el silencio y la sobriedad para vivir la alegría de la Resurrección del Salvador.
Fuente: InfoCatólica
Sábado, 9 de marzo de 2013
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