La vida de Joaquín Areta Autor del poema que Kirchner seguirá leyendo siempre Un video del ex presidente haciendo propio un texto de un desaparecido, durante la Feria del Libro 2005, generó una emoción importante a millones de argentinos, luego de su muerte. Esta nota cuenta la historia del autor del poema, un militante secuestrado por una patota de la ESMA en 1978, cuando tenía apenas 22 años
Aclaró que su fuerte no era la lectura y tosió. Luego leyó, con más vergüenza que emoción. Era un momento intenso, pero pasó rápido. En el año 2005, el por entonces presidente Néstor Kirchner eligió leer un poema de un joven desaparecido al participar en la Feria del Libro de la presentación de una obra simbólica. Nadie podía imaginar por entonces que aquella lectura, atrapada para la posteridad por la filmación del acto, generaría cinco años después la sensación de un posible testamento oral de un personaje clave en la historia de la política argentina. Pero así fue: en los días siguientes a la muerte de Néstor, en televisión, en radio, en medios gráficos y hasta en actos públicos, el poema de Joaquín Areta resucitó en la voz para nada ausente de un lector que casi nada sabía del autor. El poema, ¿lo conocen?, dice así:
Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarse. Quisiera que me recuerden por haber hecho caminos por haber marcado un rumbo porque emocioné su alma porque se sintieron queridos protegidos y ayudados porque nunca los dejé solos porque interpreté sus ansias porque canalicé su amor.
Quisiera que me recuerden junto a la risa de los felices la seguridad de los justos el sufrimiento de los humildes.
Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores con comprensión por mis debilidades con cariño por mis virtudes.
Si no es así, prefiero el olvido que será el más duro castigo por no cumplir con mi deber de hombre.
El presidente seleccionó el poema de un libro que presentaba en aquella edición de la Feria la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, en un típico gesto riesgoso para un primer mandatario que asume un compromiso público. No conocía al autor, pero tal vez tenía claro que pertenecía a su propia generación y que como él había estudiado en La Plata. Aquel libro que Kirchner ayudaba a difundir leyendo un poema en público, acaso por única vez en su trayectoria política, se llamaba “Letras vivas” y presentaba una selección de textos escritos, en distintas circunstancias por víctimas del terrorismo de Estado. Para la familia y los amigos de Areta, la reaparición en escena del poema luego del miércoles 27 de octubre resultó una conmoción, una suerte de confirmación de que a veces en la historia existe la justicia poética.
Areta, que era correntino y estudiante de medicina, fue desaparecido en la Esma en 1978, cuando tenía 22 años y un hijo de pocos meses, llamado Jorge Ignacio. Su compañera de entonces, Adela Segarra, es hoy diputada provincial bonaerense por el Frente para la Victoria. Antes fue senadora. Areta no publicó libro alguno en su corta vida, repleta de sueños truncos, pero guardaba una pequeña obra, escrita en el fragor de la vida de militante, en una libreta roja. Seguramente, había leído con pasión la obra del poeta guerrillero salvadoreño Roque Dalton, que murió en 1975. Adela guardó para el futuro aquella libreta “Apuntes” marca Norte número 402.40, industria argentina, hoy llena de hojas amarillentas, algunas de las cuales estaban sueltas, sin saber que un día algunas de sus palabras emocionarían a millones de personas.
La conservación de aquella libreta roja, que durante muchos años fue un tesoro familiar, según cuenta el hijo emocionado que hoy es el treintañero Jorge Ignacio Areta, permitió una recuperación de sus textos principales, que generó que este año apareciera el libro Siempre tu palabra cerca, un poemario de Joaquín primorosamente editado por Libros de la talita dorada, para una colección llamada Los detectives salvajes. La colección fue generada en La Plata con la idea de publicar obras inéditas de poesía perdidas, escondidas o silenciadas por efectos de la era del Terrorismo de Estado junto a otras de poetas actuales “los que van y vienen con ese ayer, los perdidos, literales, huérfanos, menores, decadentes y malparidos por el neoliberalismo poético”.
Joaquín era un chico brillante, nacido en Monte Caseros, Corrientes, en agosto de 1955, pero radicado en La Plata a los 13 años. Hizo el secundario en el Colegio Nacional Rafael Hernández y llegó a ser parte de la conducción de la Unión de Estudiantes Secundarios. A Juan, un amigo de la infancia, le confesó en un tórrido verano en su pueblo, que quería estudiar una carrera corta para ponerse lo más pronto posible al servicio del país. “Quiero a mi patria/ como a mi propia vida”, escribiría un poco más adelante en aquella libreta roja, destinada a ser también su testamento. En 1973, ingresó a una carrera larga que jamás terminaría, Medicina, y un año después conoció a Adela, la compañera que le dio su único hijo. Se sentía un cuadro Montonero hecho y derecho, en lo práctico y en lo teórico, dicen sus textos. En 1976, un hermano suyo, Iñaki, que había sido una de sus referencias políticas, murió en combate. Por Iñaki –así se llama también hoy el nieto que no conoció– escribió: “Te fuiste para dejarnos/un hueco y un compromiso”. A él mismo lo apresó un grupo de tareas, a fines de junio de 1978, apenas terminado el mundial de fútbol, en una cita cantada en Capital Federal.
La sorpresiva muerte de Kirchner sirvió, entre otras muchas cosas, para resucitar la voz de un héroe anónimo de la Argentina Secreta. Justicia poética, que a veces es posible en el país del Nunca Más, Nunca Jamás.
Entre otros, la libreta roja de Joaquín tenía textos como éstos:
Pobre de ustedes, carnaval de palabras raras, teóricos de lo imposible, defensores de la derrota, místicos de lo inexistente, falseadores de la dignidad, mercaderes de la mentira, mercenarios de la injusticia.
Pobre de ustedes, que se revuelcan en el lodo, pretendiendo ensuciar las conciencias, que recortan las palabras y los hechos para estirar un poco su agonía. Pobres de ustedes y sus ideas, pobres ideas sin fuerza, como ustedes. Flaca literatura, defensiva y gris, castillo de artificios que se derrumba vertiginoso.
¿Quién de ustedes detiene el fuego? Quién de ustedes puede contestar a Machado, Miguel Hernández, Bertolt Brecht, José Martí, Ernesto Cardenal, Mario Benedetti, o Carlos Olmedo.
Una sola línea de ellos, una sola acción, un solo gesto los acusa y los destruye sin remedio. Por eso digo pobres filósofos, periodistas, escritores, directores de todas las CIAs, educadores del hombre. Pobres porque la hoguera viene más rápido que su improvisación, más fuerte que todas sus aguas (sean palabras, torturas o asesinatos).
Pobre de ustedes,
desesperados defensores de Occidente.
• Este poema es para ustedes, compañeros. los que empuñaron la bandera, los que gritaron su esperanza, los que avanzaron y cayeron.
Este poema los recuerda a todos. a todos los que sumaron, a todos los que dejaron una huella, una obligación.
Este poema es para todos, los que resistieron hasta el último minuto sin dar treguas ni victorias al enemigo, los que comprendían más o menos y al morir se llevaron su contradicción, los confundidos o los equivocados a quienes no se les perdonó haber sido los inocentes; los miles de inocentes que arrastró la furia irracional.
En cada letra de este poema, quiero que estén presentes todos para que quien lo lea vea el rostro sufriente y heroico de nuestra hermosa revolución Y desde allí, desde sus tumbas, sigan construyendo porque su ejemplo da ganas, su sacrificio abre ojos, su coraje arma brazos y sus errores evitan otros. A todos, todos, este poema los recuerda compañeros. Miradas al SurDomingo, 14 de noviembre de 2010
|