Historias reales “Victoria de la Vida” La revista Selecciones, en su edición de Octubre 2011 presenta en sus páginas una historia titulada “Victoria de la Vida”, la misma cuenta un hecho real de una madre y su hija. En ediciones anteriores MonteCaserosOnline dio a conocer la misma por tratarse de la hija de un montecasereño.
Favorablemente tuvo un final feliz, y hoy ocupa, en la revista Selecciones, edición Octubre 2011 un lugar. (Por Luciana Dorigo). MonteCaserosOnline la trascribió y desea compartirla con sus lectores.
Un artículo de Selecciones sirvió para que Patricia Severac le salvara la vida a su beba. Con determinación, la madre luchó por la salud de la nena.
¿Es el instinto maternal ese impulso inconsciente que lleva a una madre a actuar por su hijo hasta las últimas consecuencias? Como muchos fines de semana, Patricia Severac visitaba la casa de sus suegros junto con su marido Gustavo y sus dos hijas pequeñas, Valentina y Victoria. Recorrer los 400 Km desde Corrientes Capital hasta Monte Caseros, donde vivían los padres de su esposo se había convertido en una saludable costumbre. Sentada en el comedor de la casa, a Patricia le retumbaban las palabras que unos días atrás le había dicho una médica pediatra al llevar a María Victoria, su beba de once meses, a una revisión por una leve desviación de su ojo derecho: “yo no veo nada extraño, pero cuando una mamá así lo advierte, recomiendo seguir ese instinto natural hasta descartar todas las dudas”.
Inmediatamente, Patricia realizó una consulta con un oftalmólogo de niños, quien le comentó que la nena no tenía nada en sus ojos, aunque le agendó una nueva visita de control dentro de ese mes. Patricia no prestaba atención a las entretenidas conversaciones que suelen tener los encuentros con Marta y Rubén, sus suegros. Se sentía inquieta por lo que le podría estar pasando a su hija. En un momento, pensó que la lectura la distraería un rato de sus preocupaciones y despejaría su mente. Sobre la mesa del comedor, había un ejemplar de Selecciones de aquel mes, Junio de 2009. Los suegros de Patricia son suscriptores a la publicación y las revistas siempre están por toda la casa. Incluso Patricia tiene como hábito leerlas cada vez que va de visita. Mientras ojeaba la revista, se detuvo en un artículo que le llamó poderosamente la atención. Se titulaba “la foto que salvó a mi bebé”. La nota contaba la historia de una mamá que, gracias a una fotografía familiar en donde los ojitos de su hija de un año parecían con un extraño aspecto blanquecino, había descubierto que su hija padecía retinoblastoma, un delicado cáncer de retina. Algunos de los síntomas que se describían en el texto, como el estrabismo, eran los mismos que tenía Victoria.
“Aquel artículo me paralizó, primero porque descubrí que existía esa terrible enfermedad, nunca había escuchado de cáncer en la retina del ojo, y además, mi beba tenía casi la misma edad de la de la foto y uno de los síntomas, como el estrabismo de un ojo”, recuerda Patricia.
La nota también hablaba de la presencia de leucocoria, una afección que hace que la pupila del ojo luzca blanca. Justamente en las fotos sacadas con flash se hace más evidente este padecimiento. “Aquel fin de semana lo pasé sacándole fotos a la nena pero no salía nada raro”, cuenta la mamá.
Aquella nota movilizó a Patricia, ella sentía que era una señal, la respuesta que estaba buscando sobre la salud de su hija menor, le dio sentido a su instinto. Desde el momento en que se enteró de la existencia de esa enfermedad, no pudo dejar de comparar el caso de aquella niña con el suyo.
Al día siguiente, ya en su casa, Patricia llevó a Victoria a una segunda consulta para que le confirmaran que la nena no tuviera nada, tal como le había dicho el primer especialista. Cuando el médico le dilató las pupilas al bebé, algo que no se había hecho en la primera consulta, observó que tenía un aspecto blanquecino. El diagnóstico fue “cataratas bilateral congénitas”.
Sin pausa, ese mismo día, Patricia hizo una tercera consulta con la Dra. Susana Frid que fue determinante. La profesional descartó el diagnostico anterior y les dijo a los padres que Victoria padecía retinoblastoma en los dos ojos y que era necesario viajar lo más rápido posible al Hospital de Pediatría Garrahan, en Buenos Aires, a unos mil kilómetros de su casa, para tratar esa enfermedad. “Es una afección que avanza muy rápido”, les había dicho la médica. Sin dudarlo, aquella misma noche, decidieron ir a la capital Argentina.
Patricia y Gustavo tuvieron que dejar su casa, sus trabajos y lo más doloroso separarse de su hija Valentina, de 4 años, quien se quedó con los abuelos maternos Ibis y Rolando en un campo de la Provincia de Formosa al Norte del País.
Luego de los exámenes, los doctores Adriana Fandiño y Guillermo Chantada confirmaron el diagnóstico y les comunicaron la peor noticia que podían recibir: tendrían que extirparle los ojitos a la beba para sacarle los tumores. Ellos no cabían en su asombro. Unos días atrás, María Victoria estaba jugando con su hermana y ahora estaba entrando en un quirófano para que le hagan una operación que la dejaría ciega. A esas alturas, la esperanza y la fe eran el único sostén. Al cabo de una hora la doctora les dijo: “vamos a darle una oportunidad al ojo izquierdo; no se ilusionen demasiado porque ante el primer inconveniente tendremos que enuclearlo (N.de la R: extirparlo) también”.
Victoria le hizo honor a su nombre, luego de seis duros ciclos de quimioterapia, uno cada 21 días, su ojito y su vista se habían salvado.
El tratamiento en Buenos Aires, duró ocho meses. Del hotel al Hospital y del Hospital al hotel, entre llamados a Formosa para hablar con Valentina, pasaban los días de Patricia y Gustavo. Los primeros cuatro meses hasta que los abuelos llevaron a Buenos Aires a la nieta mayor desde Formosa, fueron los días más difíciles. “Yo tuve dos cánceres- cuenta Patricia con su rostro lleno de lágrimas- el primero fue enterarme de que Victoria tenía la enfermedad, el segundo fue separarme de Valentina”.
El sector de oncología del Hospital se transformó en el lugar de convivencia con otros padres en la misma situación. “Cuando nos enteramos de la enfermedad de Victoria, lo primero que pensamos fue ¿Por qué a mí?, ¿Qué hicimos para merecer esto? Luego, al conocer a esos padres con hijos maravillosos afrontando casos más graves, entendimos ¿por qué no a mí?, y dimos gracias. Sufríamos por lo que nos pasaba, pero también por la realidad dolorosa de otros”, reflexiona Patricia; y agrega: “Victoria nos enseñó a vivir. Aún en los peores momentos ella era feliz; nos trasmitía alegría, reía y jugaba. Si ella tiene esa fuerza, nosotros no podemos debilitarnos ¡Porque ella quiere vivir! La imagino en el futuro como una mujer fuerte, luchadora y muy solidaria”.
A dos años de la detección del cáncer de Victoria, su mamá cree que “las madres tenemos un instinto y cuando llega el momento de demostrarlo, llega la fuerza y surge la fiera para salvar a un hijo”. Aquella publicación de Selecciones, de Junio de 2009, es para Patricia su gran tesoro. “Debemos seguir las señales y estar seguros de que vamos a poder enfrentar todo lo que nos pase”. Martes, 4 de octubre de 2011
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