Anila Rindlisbacher Superó una rara enfermedad autoinmune y se convirtió en nadadora de aguas abiertas La nadadora montecasereña Anila Rindlisbacher forma parte del anuario de personajes 2024 del diario LA NACIÓN.
El diario dio a conocer su anuario de colección de este 2024 de personas que inspiran con sus historias de vidas y Anila forma parte de ella, una nadadora que estuvo postrada seis años en una cama y el agua la ayudó a recuperase de una rara enfermedad, Inmunodeficiencia Primaria.
A continuación compartimos la nota completa de LA NACIÓN.
Superó una rara enfermedad autoinmune y se convirtió en nadadora de aguas abiertas
Pese al diagnóstico de Inmunodeficiencia Primaria (IDP), hoy compite en los ríos más caudalosos.
Entre grandes historias que inspiran, la de Anila Rindlisbacher se destaca por su tenacidad y perseverancia frente a la adversidad. Oriunda de Monte Caseros, provincia de Corrientes, desde los 36 años hasta los 42 la correntina padeció una internación domiciliaria con serias complicaciones respiratorias, hasta que le diagnosticaron Inmunodeficiencia Primaria (IDP), una enfermedad autoinmune. A partir de entonces comenzó un lento camino donde la natación tuvo un papel clave en su recuperación. Hoy es nadadora en aguas abiertas, brinda charlas a empresas, equipos de trabajo y deportivos y se convirtió en embajadora de las Aguas, de Iniciativa Alas, una ONG radicada en México dirigida por Mayela García, que en alianza con organizaciones de todo Latinoamérica ayuda a pacientes con IDP, organiza y participa de diferentes congresos médicos, siempre con el fin de encontrar nuevos y mejores tratamientos.
Primeros síntomas
Hasta que comenzó a sufrir los primeros síntomas de esta enfermedad, Anila llevaba una vida muy normal. Licenciada en Marketing, a los 23 años había creado una empresa propia, con una oficina que montó en el living de su casa. Tenía un teléfono fax, se compró un traje en cuotas y rumbeó a Buenos Aires en busca de clientes. Coordinaba las reuniones por teléfono y viajaba de madrugada en colectivo. Se hizo de abajo y logró tener cuentas muy importantes. Había que pelear el mercado con las agencias grandes, pero Anila era muy joven, tenía salud, ganas de “comerse el mundo”, y así lo hizo, a su manera. Hasta que la enfermedad la “sacó del juego”.
“Visité muchos especialistas que me iban derivando de un lugar a otro, pero demoraron seis años hasta darme un diagnóstico. En ese tiempo no podía hablar, tampoco tragar, me alimentaba con líquidos, porque tenía todo el tracto respiratorio inflamado, con llagas y aftas que no se me iban con nada”, recuerda Anila el padecimiento que debió soportar hasta encontrarse con la inmunóloga Liliana Bezrodnik, quien le diagnosticó IDP. A partir de ese momento inició recuperación, y luego de tres años de tratamiento, por fin comenzó a sentirse “más o menos bien”.
“Cuando me sentí mejor fui a ver a un traumatólogo, porque de tanto sedentarismo, me dolía mucho la cintura. Me pidió unos estudios y me dijo que no tenía nada importante, solo una gran contractura por estar tanto tiempo sin moverme. Así que me recomendó empezar alguna actividad física como pilates, yoga o natación. Y yo elegí natación”, sigue Anila.
Arrancó a nadar de a poco, y en algunas semanas comenzó a notar grandes mejoras respiratorias. Sin embargo, después de algunos años encerrada en su casa, ansiaba un poco más de libertad, y esas ganas de salir afuera la llevaron a incursionar por primera vez en las aguas abiertas del río Uruguay. “A los dos meses de empezar a nadar me anoté en la travesía de aguas abiertas de 2,2 kilómetros Liebig- San José, en Entre Ríos, sobre el río Uruguay. No tenía idea de lo que era nadar en aguas abiertas, pero lo hice, y por primera vez en mucho tiempo me sentí libre. Esa experiencia me dio vida, recuperé la confianza, definitivamente pensé que esto era para mí. Y desde entonces nunca más paré”, asegura Anila, ya recuperada un 90 por ciento, y portadora de un testimonio verdaderamente inspirador.
Nadar, un camino A partir de entonces la natación fue el camino a seguir, y se dedicó a entrenar mucho, a leer e investigar. Así llegó a sus manos Hazaña en Gibraltar, el libro de Agustín Barletti que cuenta el camino que hizo su autor para cruzar a nado aquel estrecho bajo la tutela de Pablo Testa, coach de natación en el Club GEBA, uno de los mejores entrenadores de aguas abiertas del país y referente para muchos nadadores interesados en ese tipo de cruces, como el Río de la Plata, Gibraltar, Malvinas, Vuelta a Manhattan, Canal de la Mancha, entre los más desafiantes de esta disciplina.
Luego de varios intentos, la correntina logró contactarse con Testa, que aceptó ir a verla nadar y enseguida comenzaron a trabajar juntos. Poco a poco fue incrementando su entrenamiento y animándose a mayores desafíos: participó en la travesía Salto-Concordía, donde unió Uruguay y la Argentina con un recorrido de 5 kilómetros; Concordia-Estancia Grande, de nuevo sobre el río Uruguay, de 10 kilómetros. Más tarde realizó la travesía Villa Urquiza - Paraná, de 21 kilómetros, que completó en poco más de 3 horas, sobre el río Paraná y participó de Concordia-Puerto Yerua, con 22 kilómetros sobre el río Uruguay, que le llevó seis horas completar. Hace unos meses participó también de la Travesía Rosa: 10 kilómetros en aguas del Río de la Plata, donde debió desafiar el frío y un oleaje intenso.
“La Travesía Rosa fue una experiencia muy linda, para acompañar y juntar fondos para mamografías de mujeres que no puedan acceder a ese estudio. Desde lo deportivo fue una experiencia que me sacó de mi zona de confort, porque nunca había nadado en el Río de la Plata. Las corrientes son distintas, no corre siempre para el mismo lado, entonces hay que hacer un poco más de fuerza, te sacude un poco, pero fueron solo 10 kilómetros, y la verdad que lo hice con mucha comodidad”, cuenta Anila.
Y añade: “El principal motivo por el cual nado es para difundir y concientizar sobre los signos de alarma de las IDP. Cada travesía que hago trato de darle difusión y de esa manera llegar a personas que están en diferentes lugares de la Argentina, o países de la región, que leen o escuchan o ven una nota donde ‘una tal Anila, nadadora’, cuenta los signos de alarma que ellos están padeciendo. Entonces me buscan en redes y cuando se contactan yo les paso la información que necesiten. No sé quiénes son esas personas, no las conozco, pero estoy buscándolas a través de mis nados, les puede cambiar la vida. Ese es mi mayor satisfacción, mi mayor logro y mi propósito”, reflexiona.
Como embajadora de las Aguas, sus desafíos se desarrollan en la Argentina y también en otros países como Uruguay, Perú, México, Colombia, Brasil y Guatemala.
Una voluntad de hierro “Este año fue difícil a nivel salud, porque tuve varias recaídas de mi enfermedad de base: IDP Inmunodeficiencia Primaria. Tuve tres veces bronquitis aguda, lo que dificultó mi entrenamiento. Pero yo no me rindo fácilmente: me caigo muchas veces y otras tantas me levanto: actualmente estoy a pleno entrenando para la travesía Paso de la Patria- Corrientes, que tengo pensado hacer en marzo de 2025”, sigue Anila sobre este proyecto que financiará con recursos propios, motivo por el cual está a la búsqueda de alguna empresa que quiera y pueda acompañarla. Los donativos/apoyo de empresas son a través de la ONG Nadando Argentina, de la cual forma parte como una de sus nadadoras.
Además, este año comenzó a brindar charlas inspiracionales a empresas, instituciones, como la que ofreció recientemente en el Auditorio MALBA a beneficio del Sanatorio Mater Dei. “Me gusta plantearme desafíos que me saquen de mi zona de confort. No soy una gran nadadora, soy una nadadora perseverante, que entrena todos los días. Llueva, haga calor o frío. Dejo muchas cosas de lado, reuniones familiares, con amigos, salidas, pero es el costo de oportunidad que tengo que pagar para llegar a mis objetivos. A mis 52 años, ya no puedo con todo, pero con las aguas abiertas por ahora vengo bien y voy por más”, concluye Anila Rindlisbacher.
Por Alejandro Rapetti
Jueves, 19 de diciembre de 2024
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