Carta de Lector
Palabras de Marcelo Diament en memoria Rafael Vallejos
Palabras de Marcelo Diament en memoria de su amigo Rafael Vallejos
“Hace ya un tiempo murió, seco y olvidado, un amigo. Lo llamo así porque compartimos años de esporádicos encuentros, pero de significativos recuerdos. Anclados en la adolescencia, fuimos desenrollando días, meses y años, cada uno envuelto en su historia de contrariedades y satisfacciones. Y compartimos pedazos de vida desde su respectivo lugar. Pero resulta que el respectivo no se mantiene atrincherado dentro de uno, sino que salta la frontera de la sensibilidad y de alguna manera vive dentro del otro. Nunca es indiferente, solo que las circunstancias ingratas suelen generar un manto de defensa, no vaya a ser que tengamos que desprendernos de algo. La amistad es un misterio como su primo, el amor. Pretendemos elegir, pero es una elección mutua sin pliego de condiciones. Es que es eso, aceptar al otro como es, que ya es bastante que nos acepten a nosotros. Y así vamos cosechando amigos a través del tiempo y sus avatares. Más o menos próximos, más o menos constantes. Y la frecuencia del encuentro no es una variable para el sentimiento. Así fue con Rafael Vallejos. Lo fui apreciando más durante los años últimos en que nos vimos con intervalos más cortos. Lo pude ayudar con sus achaques y pudimos compartir algún asado. Me conto episodios de los buenos y de los tristes y yo algunos de los míos.”
“Vivía con su entorno familiar y se dedicaba a armar motores para kartings. Creo que tenía una especial habilidad para este emprendimiento, pues me contaba que se los encargaban desde varias ciudades. No conozco los detalles, pero sí que estaba entusiasmado. Pensé en la paradoja de que Rafael, con su motor físico bastante desgastado, hacia estos pequeños artefactos de energía para impulsar vehículos para jugar.”
“Un día el curso de su vida dio un vuelco. Lo que parecía un viaje sereno se alteró repentinamente. Nada aportaría detallar los motivos. Aunque era aguantador y curtido para sufrir, sobre todo en sus últimos tiempos. sumergido en disgusto, se fue a vivir solo. O no tan solo. Un amigo le compartió un lugar y luego otras personas le alquilaron una habitación por muy poco dinero.”
“Varios amigos quisimos ayudarlo a reorganizar su existencia y yo esperé su visita, como habíamos convenido. Mis llamados fueron en vano. Varios días después supe que murió en su habitación. Repito, olvidado. Durante cinco días nadie reparó en su ausencia.”
“Era naturalmente enjuto y me dio la sensación de que el pesar lo fue secando como a una planta marchita. Y digo olvidado porque me siento parte de un descuido que inexorablemente ocurre cuando un hombre muere solo.”
“Le gustaba ir a Monte Caseros cuando podía. Por eso les mando este recuerdo con la esperanza de mantener una chispa de su vida y rescatarme de mi propio y agrio vacío por no haber hecho algo más para acompañarlo.”
Lunes, 14 de febrero de 2022