Alario selló el 1-0 a los 26 del ST con el que los millonarios se clasificaron a la final del certamen; el equipo de Gallardo no jugó un buen partido; la definición será domingo contra el ganador de Barcelona vs. Guangzhou Evergrande, de China.
OSAKA (De un enviado especial).- Con los dientes apretados, con el puño cerrado. Es un grito seco en la fría noche del Nagai Stadium, de esta ciudad. River celebra un angustiante pase a la final del Mundial de Clubes. Los jugadores se abrazan en el campo de juego, lo mismo hace el cuerpo técnico en el banco. El peso de 90 minutos extenuantes quedó atrás: los millonarios se garantizaron su lugar en en la definición del domingo.
Pero para eso debió sufrir, y mucho. Fue por ese cabezazo de Lucas Alario, ese pibe que está iluminado y como un faro se elevó para decretar el 1-0 ante Sanfrecce Hiroshima, un equipo que puso en aprietos a una formación millonaria atada, imprecisa, sin profundidad y que resistió una vez más por las atajadas de Marcelo Barovero.
Lo que empezó como una fiesta en un estadio con 15 mil hinchas millonarios que montaron el Monumental en Japón terminó en un sufrimiento que le hizo remover las tripas a más de uno. La final estaba cerca, River se creía en casa. El camino a la definición, sin embargo, resultó tan extenuante como el viaje de Buenos Aires a Osaka. El equipo de Marcelo Gallardo espera rival para la definición del domingo (a las 7.30 de la mañana), una final que todo Núñez cree jugar ante Barcelona, que mañana (también a las 7.30) se medirá contra Guangzhou Evergrande, de China.
El Muñeco corrió a abrazarse con Matías Biscay. Gritó, se desahogó. Vivió el partido preocupado, pegado a la línea de cal como si se mimetizara con la gente. Por eso, ese alarido del técnico cuando Alario marcó el gol. Iban 26 minutos del segundo tiempo cuando Tabaré Viudez ejecutó un centro, Maidana se esforzó para bajarla y Alario cabeceó con el arco casi libre. Como en la semifinal y la final de la Libertadores, el delantero, de 23 años, vuelve a marcar otro gol inolvidable, un tanto que revivió a un equipo que en la parte final del primer tiempo llegó a estar contra las cuerdas.
River deberá aprender la lección. Jugó atado como si los nervios por ser favorito ante los japoneses no lo dejaran pensar. Si pretende ser campeón del mundo tendrá que mejorar mucho en cuatro días. Es cierto que ya se aseguró su lugar en esa final con la que todos sueñan. Es su momento de revelarse, de cerrar con un título inolvidable un ciclo brillante en conquistas.
Lo ganó de arco a arco. Por las atajadas de Barovero, por ese gol de Alario. Trapito se lució tres veces en el primer tiempo para evitar la caída de su arco. El ex Colón pagó con creces en prácticamente la única ocasión clara que tuvo. Entre el N°1 y el N°13, hubo rendimientos dispares. Algunos muy flojos, como Balanta y Pisculichi. Otros, sin la regularidad que acostumbran como Ponzio, Mercado y Vangioni. Cumplieron Maidana, Kranevitter y Carlos Sánchez. Mora no desequilibró. Gallardo movió el banco en el segundo tiempo. Buscó más juego con Lucho González por Ponzio, hizo ingresar a Viudez por Pisculichi para desequilibrar por las bandas. Lo terminó ganando por una pelota parada.
River está en la final del Mundial. Le costó, lo sufrió, ya puede desahogarse para ir por el segundo título mundial de su historia.
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