Economía Bancarización forzada Se busca imponer el uso de dinero electrónico para atenuar la falta de billetes, así como el del cheque cancelatorio para reducir las salideras bancarias. Además, se presiona a los comercios para que acepten tarjetas y utilizar menos "cash".
Los límites de formar parte de un sistema "por decreto". Si algo no se le puede criticar a la industria financiera es que no trate de convertir "cada crisis en una oportunidad", como dice la conocida frase.
Es que, desde el "corralito" de 2001 hasta estos días, los mayores avances en términos de bancarización han surgido no como una tendencia natural, como suele ocurrir en otros países, sino como consecuencia de problemas que, a veces, "explotan" de un día para el otro. En aquellos días en que no se podía retirar efectivo por encima del tope impuesto por el Gobierno, los argentinos aprendieron a pagar los servicios públicos vía Internet y, además, entendieron que necesitaban darle un mayor uso (forzado) a la tarjeta de débito.
Así las cosas, de los 11 millones de plásticos para débito que existían en 2002 se pasaron a casi 20 millones. En tanto, las "cuentas sueldo" se incrementaron de 4,5 millones a 7,3 millones. Más adelante, "gracias" a la ola de inseguridad, comenzaron a abandonar la anacrónica costumbre de cargar encima con grandes sumas de dinero para cerrar la compraventa de autos o inmuebles, y tuvieron que familiarizarse con las transferencias entre cuentas bancarias.
En este contexto, tras las medidas implementadas por el Banco Central, que redujeron los costos de transferir dinero en forma automática, las operaciones realizadas por este canal aumentaron 25% en apenas un mes.
Otro de los instrumentos ideados como forma de evitar las violentas "salideras" bancarias fue el cheque cancelatorio.
Si bien su uso todavía es incipiente, sobre fin de año ya se había operado a través de este nuevo mecanismo un volumen en pesos de casi 60 millones y en dólares por 46 millones.
Pero ya antes, otro problema económico -la inflación- había contribuido notablemente a la expansión de los plásticos durante 2010, dado que el consumo en cuotas se transformó en una de las formas preferidas de protección contra la pérdida de valor de los ingresos familiares.
Es así que la ya de por sí impresionante cifra de 4 millones de tarjetas emitidas en apenas un año podría ser superada en 2011, de acuerdo con los planes adelantados aiProfesional.com desde los propios bancos.
Convencido de que "el consumo se va a ir para arriba", el gerente de Tarjetas de Banco Galicia, Sergio Kahan, anticipa una intensa competencia por ganar participación en el mercado del dinero plástico.
"En 2010 la cantidad de tarjetas que emitimos aumentó un 21,5%, y para este año esperamos crecer, como mínimo, un 30% más. La competencia entre entidades será más fuerte", afirma el ejecutivo. ¿Demasiado dinero en papel?
Finalmente, en estos días veraniegos la insólita escasez de billetes derivó en una minicrisis-provocada por la inflación, la rotura de una máquina en la Casa de la Moneda y la negativa del Gobierno a imprimir billetes de $200- situación que está llevando a un nuevo impulso para la bancarización masiva, con expansión universal del pago mediante tarjetas de débito y crédito.
Claro que los funcionarios siempre encuentran una forma más elegante de plantear las cosas. Uno de ellos es el ministro de Economía, Amado Boudou, quien no hace referencia a la falta de cash sino a la conveniencia de que la Argentina se sume a la tendencia del dinero electrónico para erradicar la economía informal.
El diagnóstico del ministro es que en la Argentina "se usa más dinero físico que en cualquier otra economía". Y esta argumentación justifica las medidas de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) para que sea obligatoria la aceptación de plásticos como medios de pago en los comercios.
"Hay una amplia economía informal, y la AFIP es una herramienta formidable para ir incorporando al sistema formal la mayor cantidad de actividades", señaló Boudou.
En realidad, ya antes de que se anunciaran estas medidas los argentinos, como en crisis anteriores, empezaron a buscar sus propias soluciones, sin esperar a que se cumpliera la "normalización" prometida por la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, ante esta falta de billetes.
La prueba está en que en enero se produjo una suba del 70% en el volumen de dinerooperado a través de tarjetas de débito, un incremento que supera en el doble a la tasa de crecimiento que venía dándose antes de la escasez.
Al respecto, empiezan a surgir voces de alerta sobre una posible reedición de este faltante de efectivo en el corto plazo, como ya se diera en el arranque de este 2011.
Para Federico Bragagnolo, analista de Econviews, el problema se repetirá antes de que concluya este segundo semestre, habida cuenta del crecimiento explosivo de la masa monetaria que se prevé para los próximos meses.
Los límites a la bancarización por decreto Corralito, inflación, salideras bancarias o escasez de billetes.
Sea cual fuere el motivo que empuja a los argentinos a la bancarización forzada, lo que parece claro es que las crisis provocan cambios de hábitos que luego, difícilmente, se revierten.
En efecto, aquellos que se acostumbraron a pagar los servicios bancarios por Internet ya no han vuelto a hacer largas colas en los bancos.
Al respecto, un informe de la consultora Prince & Cooke da cuenta de que entre los usuarios de Internet, los bancarizados alcanzan al 45%. En Capital esa cifra asciende al 60%.
De todas formas, el nivel de bancarización en el país -en buena parte forzado a golpes de crisis - sigue siendo bajo, si se lo compara con lo que sucede en otros territorios de la región: en Argentina alcanza el 12% del PBI, es decir, cuatro veces menos que en Brasil.
Es en este contexto en el que se impulsa la universalización de las tarjetas de crédito y débito en todos los comercios.
No obstante, no todos celebran la medida. En ese sentido, Carlos de la Vega, presidente de la Cámara Argentina de Comercio, le planteó a las autoridades de la AFIP una serie de reclamos y objeciones. Entre las principales figuran: • El alto costo de instalación y mantenimiento del equipamiento para efectuar el cobro con tarjetas. • La necesidad de establecer un "piso" de facturación a partir del cual pueda exigirse la aplicación de esta medida. • La exclusión del cobro con plásticos cuando se trate de compras de escaso valor o en artículos de bajo margen de ganancia. • La eximición de la medida en las localidades con población menor a 10.000 habitantes, donde muchas veces no llega a haber servicios de provisión de Internet. • El pedido de que la obligatoriedad quede limitada a las tarjetas de débito pero que no incluya a las de crédito, dado que los plazos de cobro por parte del comerciante pueden extenderse hasta tres semanas luego de realizada la operación. Contradicciones Está claro que si hay algo que hace que la bancarización masiva sea una meta ambiciosa y de difícil cumplimiento es la informalidad. Principalmente porque la misma es sinónimo de mantener una economía en blanco. Y las estimaciones de los economistas privados apuntan a que un contundente 35% de los trabajadores argentinos está en negro o con algún nivel de irregularidad. Aun con el avance que supuso la instauración de la "cuenta universal" que liberó de costos a los asalariados para percibir sus haberes por vía bancaria, hay todavía una serie de gastos que desaniman a buena parte de la población a sumarse al sistema.
Otro aspecto muy criticado ha sido el mantenimiento del "impuesto al cheque", al que no sólo se considera distorsivo sino que desestimula la bancarización, justamente aquello que se desea conseguir. "Pagar cash no tiene carga (dado que evita la carga de algunos impuestos) pero hacerlo con medios bancarios sí la tiene (salvo con tarjeta de débito, que ofrece el descuento de IVA)", indica Lucas Llach, investigador de la Universidad Di Tella. Al respecto, Jorge Colina, economista jefe de la fundación Idesa, estima que el uso de "dinero electrónico" puede resultar hasta ocho veces más costoso que el manejarse con efectivo. Como ejemplo, señala que, para el caso de una transferencia de $100.000, el costo fiscal llegaría a $1.200 para quien está bancarizado. Aun con esta evidencia, cunde cierto escepticismo sobre la voluntad del Gobierno por revertir esta situación, debido a la importancia que el impuesto al cheque tiene para las arcas fiscales: se estima que en 2010 se recaudó por esta vía un monto de $25.000 millones.
Por ello, Colina propone cambiar la forma de percibir este dinero: "En lugar de cobrar impuesto cuando se realizan transacciones por vía electrónica, es preferible hacerlo cuando se extrae dinero en efectivo de los bancos".
Así como son aceptados los altos impuestos al consumo de bebidas alcohólicas, mientras que se minimizan los que se aplican sobre los lácteos, bajo la misma lógica es aplicable el hecho de incentivar con herramientas tributarias el uso de dinero electrónico y desalentar los pagos con dinero en efectivo".
De momento, la iniciativa no ha tenido eco oficial.
Fuente: Cadenaazulyblanca.com
Lunes, 31 de enero de 2011
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